martes, 3 de marzo de 2009

The Man Who

"Dicen los matemáticos que las líneas paralelas no se cruzan hasta llegar a su final, pero entre ellas saben las olas que caben infinitas historias que las unen".

He vuelto a Los Lunes De Trapo y me he topado con la última entrada de esta columna que se publicaba semanalmente en ese periódico que nos dejaban en el hall de la facultad (cuando el repartidor no se olvidaba de "los del arte y el misterio").

Se terminó en enero.

Nos resistimos a cerrar del todo aquella etapa pero ahora se nos ha cerrado una de las pocas ventanitas que iban quedando. Así que aquí va un homenaje-recuerdo a esas palabras que nos acompañaron durante la peculiar vida que siempre echamos de menos y a la mínima tratamos de recordar, poniéndonos pesados con todo el que está a nuestro lado hablándoles de que en Salamanca todo era diferente y mejor.
Mucha suerte en tu nueva andadura, Roberto, y gracias por esos lunes de trapo, recitales, conciertos, sugerencias, etc.

Otros días

(Tribuna Universitaria, 13Oct2003)Los días de soledad me recuerdan unos a otros: puedo ir saltando hacia atrás entre ellos y reconstruir mi vida tirando de la imaginaria cuerda que los mantiene unidos. Cada uno desprende ese característico y pegajoso aroma a curare, a ciudad industrial, a planta carnívora y a exilio del paraíso, todo a la vez conformando rastros ineludibles. Sin embargo, me reconozco incapaz de llegar al final, de recordar el primero, si es que hubo alguno que lo fuera. Sabes que ningún muerto podrá decir dónde y cuándo comenzó su enfermedad, es una sensación parecida, quizá porque lo que apareció de repente fue un buen día y lo tomé como normal. Maldita manía de tener esperanza.
El otoño siempre me pareció precisamente el tiempo de la soledad, aparte del de la poesía, las tormentas amarillas sobre blocs desordenados y los encuentros en los pasillos. No es lo mismo abrazarse con tanta ropa (en los bares del centro no nos dejan desnudarnos y a los arrabales no ha llegado la calefacción), comienzan a faltar ombligos soleados tomando la carretera de la costa, por no decir que encuentro perdidamente odiosos los paraguas, así que tendré que conformarme y soplar el café caliente cuando den las cuatro en cualquier reloj negro salpicado de finales, frente a aquellos perros enlutados manifestándose por las hojas que se caen de mi cabeza. Me llevo acordando un par de días, tengo que devolver todos los apuntes, para sobrevivir a estas tardes oscuras no me han servido nunca. En realidad dudo que me hayan valido siquiera para calzar las mesas cojas o como combustible del destierro.
Entre tanto, dos semanas embarradas. Afuera llueve y la playa está suficientemente lejos como para no poder lanzar piedras a las olas. Me he astillado los ojos observando el infinito mientras los trenes pasaban bajo mi ventana, tengo una herida grado dos en el iris y ahora que sólo puedo mirar a mis pies comprendo el vacío. No quiero ninguna postal porque tanta nota de música me está rayando el coche, no quiero volver a devolver en los apartamentos del miedo, no quiero seguir porque no puedo y sé que escribo para huir de los valientes (nunca he podido ser uno de ellos). Sólo deseo que alguien me susurre al oído estrofas de otros días: volverás a reírte de veras/cuando creas que estaba perdido/volverás a reírte de veras/si te quedas conmigo.

Extraído del blog de El Hombre Que

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